El distrito de Saunalahti, en la ciudad finlandesa de Espoo –la segunda más grande del país–, es un barrio de reciente creación destinado a albergar a la cada vez más numerosa población del sur de Finlandia. Pero, a diferencia de nuestros PAU, dista mucho de ser una desangelada ciudad dormitorio. El proyecto urbanístico ha sido diseñado por prestigiosos arquitectos y en él todo está pensado para hacer la vida más sencilla al ciudadano. Al contrario que en nuestros ensanches, la vida no gira en torno al hipermercado. El centro neurálgico del barrio es el colegio.
Inaugurado en septiembre de 2012, la escuela de Saunalahti es considerada la niña bonita del sistema educativo finlandés, famoso por aparecer una y otra vez en lo más alto del ranking del informe PISA, y conjuga todas sus virtudes en un espacio especialmente diseñado para potenciarlas.
El galardonado estudio de arquitectura VERSTAS diseñó el centro pensando en “la escuela del futuro”, el edificio perfecto para fomentar un sistema pedagógico con tres pilares principales:
1. Interacción y colaboración
Por supuesto, el colegio cuenta con aulas, pero su organización nada tiene que ver con las clases tradicionales: no hay pupitres individuales y cuentan con grandes ventanales; no sólo hacía el exterior, también hacía el resto de aulas. Todo el centro está diseñado para fomentar el trabajo en grupo, y cuenta con espacios más propios de una universidad, como los pasillos repletos de sillas y mesas donde los alumnos pueden estudiar o, sencillamente, sentarse a charlar.
Pero el colegio no sólo fomenta la colaboración entre estudiantes, también entre estos y sus profesores con el resto de la comunidad. Además de albergar nueve cursos –en Finlandia no existen centros diferenciados para primaria y secundaria–, la escuela cuenta con un centro de día para ancianos, una guardería, una casa de la juventud, una biblioteca pública –que es a su vez escolar– y un gimnasio abierto a todos los ciudadanos.
“El edificio está al máximo de su uso casi todas las horas del día”, explica en This is Finland la directora del centro, Hanna Sarakorpi. “Hay un montón de sinergias de las que todo el mundo se puede aprovechar”. Durante el día los niños disfrutan de las clases, por la tarde sus padres acuden al gimnasio o la biblioteca y los fines de semana distintas asociaciones organizan actividades para todo el vecindario.
La idea es sencilla: si la vida comunitaria gira en torno a la escuela todo el mundo se preocupará de que esta funcione como es debido.
2. Aprendizaje fuera del aula
El colegio está diseñado para fomentar un sistema pedagógico que prima el aprendizaje informal, donde el tiempo de recreo y clase es casi indistinguible. “Algunos estudiantes no se sienten cómodos en las aulas tradicionales”, explica en This is Finland Ilkka Salminen, una de las arquitectas que diseñó el centro. “Todos los espacios interiores y exteriores son potenciales lugares de aprendizaje”.
El colegio está repleto de espacios para sentarse, trabajar, estudiar y, por qué no, divertirse. A los niños les encanta explorar el extenso patio y sentarse a leer en los alféizares de las ventanas. El edificio está pensado para que no tengan en ningún momento la sensación de ester encerrados, algo muy habitual en los colegios tradicionales, por eso cuenta con enormes ventanales, algo esencial en un país en el que se echan en falta muchas horas de luz solar.
Desde el punto de vista arquitectónico está todo bien pensado: los patios de los niños más pequeños están orientados hacia el este, para recibir más luz solar, mientras que los estudiantes mayores, que pasan más horas en la escuela, reciben los rayos finales del día desde el tejado de cobre, suavemente inclinado para aprovechar hasta el último fotón.
“La amplitud de miras y el sentido de comunidad también pueden observarse en la arquitectura”, explica Salminen. “El corazón del edificio es un comedor multiusos donde se reúne todo el mundo. Se abre al patio de la escuela como si fuera un anfiteatro”.